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sábado, 2 de julio de 2011

¿Se nos acaban los antibióticos?

REPUBLICO TRABAJO RECIENTEMENTE BANEADO DE TARINGA.
A medida que las bacterias se vuelven resistentes a los medicamentos más potentes, crece el temor de que volvamos a la era anterior a la penicilina. 



Casi nadie recuerda cómo era la vida antes de que existieran los antibióticos, cuando los hospitales se llenaban de pacientes con infecciones comunes y la amenaza del estafilococo ensombrecía incluso la cirugía más simple. No obstante, cada vez más especialistas en enfermedades infecciosas temen que ese escenario no se trate de un mero recuerdo histórico. Y aunque muchas personas den por sentado el triunfo de la ciencia sobre las bacterias, no es raro que los profesionales deban controlarlas con los antibióticos más potentes de los que disponen. Y que en numerosos casos, no tengan ninguno. Solamente en EE. UU., se calcula que mueren cada año 100.000 pacientes anuales por infecciones resistentes al embate de la medicación. Para Brad Spellberg, de la Escuela de Medicina David Geffen de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), “pronto ésta será una situación muy frecuente”.

En un futuro no muy lejano, los historiadores médicos comenzarán a debatir si la victoria sobre las bacterias alguna vez estuvo al alcance de las manos. En realidad, es casi una certeza de que, a 60 años de la introducción de la penicilina en el mercado, el descubrimiento de esta sustancia será considerado un breve “cese de hostilidades” en la guerra entre el hombre y los agentes infecciosos. Y nuestra creatividad enfrenta ahora una desesperada competencia contra la capacidad de reproducción de las bacterias, a medida que cada vez más cepas desarrollan propiedades que les ayudan a protegerse de nuestros medicamentos: membranas celulares que impiden el paso de los antibióticos, minúsculas bombas que los empujan nuevamente al exterior, reajustes bioquímicos que los vuelven inofensivos. La evolución es un proceso que ha dominado la tierra durante cientos de millones de años, mientras que la ciencia biológica moderna apenas tiene una experiencia de siglo y medio. ¿Qué alternativa cree que tiene las de ganar?

Perdimos terreno en esa carrera debido, en parte, al descuido, y en otra buena medida, por las complejidades políticas y económicas de nuestra política farmacológica. Malgastamos nuestra ventaja abusando de los antibióticos: combinándolos con alimento para animales o usándolos en enfermedades que no pueden combatir, como la influenza. También, cuando los usamos de manera ineficiente. La razón es que (sobre todo en individuos pobres y analfabetos) muy a menudo los pacientes suspenden un régimen de antibióticos tan pronto se sienten mejor y así dejan que sobreviva una población residual de bacterias resistentes que pueden multiplicarse y diseminarse.

Este problema no tuvo gran importancia durante algún tiempo, porque el descubrimiento de antibióticos no daba visos de frenar su marcha. A principios de la década de 1940, cuando la penicilina llegó a las farmacias, la humanidad emprendió una tarea de décadas para reunir todas las muestras de suelo posibles y estudiarlas en busca de remedios milagrosos potenciales. Los soldados aliados recogieron muestras en el frente africano, la Sociedad National Geographic hizo lo mismo en las cumbres del Himalaya, y los escolares del mundo entero sacaron paladas de tierra de parques y campos de sembradío. Las compañías farmacéuticas encabezaron el esfuerzo para reunir esta enorme colección y terminaron por producir alrededor de 200 sustancias nuevas en apenas 30 años.

Sin embargo, a mediados de la década de 1980, la andanada de descubrimientos se interrumpió casi por completo. “Es como el petróleo”, señala Spellberg, autor del libro “Rising Plague” (“Plaga en alza”). “Todavía hay muchos por descubrir, pero explotamos los más fáciles de encontrar y ahora sólo queda un puñado de rincones donde es posible recoger muestras de tierra y hallar una reserva abundante”. Durante un tiempo, los científicos creyeron que la magia molecular del moderno diseño farmacológico podría reforzar nuestro frente en la guerra antibacteriana, del mismo modo que fortaleció nuestros esfuerzos contra el cáncer. Pero se equivocaban. “Los químicos deben apegarse a una serie de reglamentos para buscar nuevos fármacos”, explica John Rex, director médico de AstraZeneca. “Y para producir un antibiótico, muchas veces deben violar las reglas, pues esas sustancias son distintas a cualquier otra porque están diseñadas para matar organismos vivos que ocupan otros organismos vivos”.

http://www.elargentino.com/nota-118446-El-fin-de-los-antibioticos.html

DIFUNDAN, PARA GENERAR LA MASA CRITICA DE GENTE DESPIERTA!!


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